12-12-11 Sobre ser estudiante en la edad adulta. Panfleto.

Lejos del balance, la bajada de línea, el discurso lacrimógeno o las vanaglorias de un destino promisorio, mis palabras son humildes y pausadas.

El hecho de participar de un cierre del año lectivo impone la reflexión con la mirada puesta en un horizonte sino atractivo, atento a las condiciones de la vida cotidiana.


Por eso miro, miro hacia adentro de mi quehacer docente, donde las cosas pasan... o a veces quedan en el intento de alcanzar una respuesta... quizás las ganas del estudiante nos prevenga de no abofetearlo con tecnicismos académicos, y otras nos permita invadirlos de inquietudes y curiosidad.

Entonces, a la hora de escuela, cierto es:

que no quiero un cubículo estanco (aula) con seres inanimados que respondan si o no a las exigencias académicas;

en una época donde las quejas (género menor del discurso de la comodidad) se multiplican, y la protesta está señalada / estigmatizada como potestad de un grupo en desmedro de los que hacen, piensan y sienten

apelo, entonces a ustedes, a la reflexión cuidadosa, a provocar la curiosidad, a animarnos a experimentar.

Porque nunca se pierde el tiempo cuando nos arriesgamos a encarar nuestros proyectos en virtud de nuestra realidad social, solidaria, de trabajo y entusiasmada por la posibilidad del cambio y, por que no decirlo así, con vistas hacia el futuro, mas o menos inmediato.

Hace unos meses hablaba con un grupo de adolescentes que me preguntaban sobre las escuelas donde trabajaba y si ellos eran el mejor grupo, si eran los más terribles, los mejores o peores estudiantes que tenía... en fin les conté que trabajo en distintas escuelas privadas y estatales con adolescentes y adultos. Uno, se paró y con semblante algo confuso y sorprendido se refirió así:

"¿Hay tantos adultos que no hicieron la secundaria como para hacer escuelas?"

Esta pregunta me hizo dar cuenta que quizás no esté tan difundida esta posibilidad de hacer que ciertos conocimientos que nos incluyen en la vida social sean legitimados más allá de la adolescencia. Razones tan dispares con como injustas o simplemente momentos de incertidumbre o necesidad han hecho que muchos hayan tenido que abandonar su educación formal.

Cito el poema "Los consejos" de un poeta salvadoreño Roque Dalton, que se detiene sobre una de las características más hermosas del hombre y la mujer: el asombro.

Solamente el asombro me mantiene la vida
me decía aquel viejo con los ojos a cuestas

Al asombro me aferro como el peor ahogado
el cobarde que araña las mejillas del agua

que el asombro te guíe como tu padre cuando
caminabas de niño por los parques floreados

que el asombro te guarde de ser muerto en la sombra
que el asombro te libre del orín de los días

Sólo el asombro enseña los coros del silencio
Sólo el asombro entrega la verdad de las cosas

Solo el asombro limpia la mirada del muerto.

Es nuestra responsabilidad como adultos no dejar escapar la capacidad de asombro. Es nuestra responsabilidad y nuestro derecho como adultos a conocer y sentir, a mostrar y a buscar alternativas.

Ahora, con la experiencia del adulto, debemos apropiarnos de esas estrategias que nos permiten mejorar: la confianza, la sed de trabajo, el disfrute, la generosidad.
Porque somos muchos los que trabajamos por percibir un aquí y ahora en comunidad con el buen gusto, el conocimiento, el trabajo, las artes, las relaciones y el compañerismo.

Dejemos de lado:

los latiguillos de la sociedad banal;
los quisquillosos y superficiales alivios de la publicidad que nos ofrecen el confort mediático;
la obsesión por obtener las regalías de un personaje escandaloso recién conocido que pasará muy pronto de moda;
la diversión egoísta, atrofiada por un hedonismo malentendido;
al adulto adolescente;
al viejo infantilizado;
al niño como objeto sexual;
la jactancia por la falta de compromiso;
la ignorancia buscada, como alivio para la coyuntura cotidiana;

No seamos recordados por la mediocridad, el individualismo y la indiferencia a la que nos han acostumbrado desde hace años. No hagamos de nuestra vida un espacio de supervivencia. Seamos adultos que lleven acabo propuestas para nosotros, la sociedad, por los que están y por los que vienen. Tomemos el pasado en nuestras vidas y hagamos lo que haga falta para ser. Eduardo Galeano, escritor uruguayo, señala que "sobre todo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos." Violeta Parra poeta chilena, resalta el valor del ser estudiante, de su identidad, que es lo que nos justifica como docentes y dice así:

Me gustan los estudiantes
Porque son la levadura
Del pan que saldrá del horno
Con toda su sabrosura.
Para la boca del pobre
Que come con amargura.
Caramba y zamba la cosa,
Viva la literatura!

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