En las afueras del monstruo

en silencio ellos bendicen su camino este sinuoso pesar de naturaleza muerta ellos en silencio funden su cuerpo no regresarían ni hoy nunca bendecimos nosotros sus nombres para encontrar en ese cuerpo a los dos que nos cobijaron cuando fuimos niños allá, en el continente perdido acá, entre las flores del barrio que colorean la vereda en silencio nos bendijeron y por ellos agradezco

 evocaría en mi cuerpo las manos del hombre,   aquel que me sugiere su pudor indecoroso. sin embargo poseo dedos perfectos para satisfacer este deseo  

mi tiempo se acabará el agua se marchita se corroen los dientes mi tiempo se acabará la sombra enternece la ausencia el hambre da rienda suelta a los cuerpos ya cadavéricos que corren descendiendo hacia un horizonte partido allá en el abismo sin sol este tiempo acaba

me quedaban la duda y el cielo en ese paso fecundante morí. la piedra me recuerda  que ya no puedo volver.

lamía sus piernas, se había hartado de mirar su lengua hoy parecía una mejor opción para conocerlo lamía los dedos trabajadores lamía las sienes, los trazos del lápiz, el filo de la mesa y a gatas sudaba y lamía antes había procurado evitar el cambio mucho tiempo sospesó sus necesidades y las de él que contaba cada moneda que tecleaba letras inconstantes que roía la cena y balbuceaba todas las palabras ella lamía a su alrededor, gustaba los fluidos lamía la piel profunda  hasta sorber la médula.