Allá estaba en el tiempo, dormida en tantos años tristes, que cuando desperté adorada, se me lleno el pecho de excusas y lágrimas doradas.

Ay el alma dorada! Opacó la entraña y el aroma parco de las cavidades blandas.

Doradita, ahí la vez, pasmada. Se acabó el jugo espeso que encerraba mi morada.

Ya no queda destello de mi almita con tanto líquido perdido en la calle del centro cortada.

Se desparramó el cuerpo y quedé pertrecha de ropas al aire libre.

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